domingo, 7 de febrero de 2016

El día que me escapé a Elche.

Cuando las ganas de viajar me superan he de lograr esperar a que sea domingo para con cámara en mano, perderme por alguna ciudad cercana.
En la escapada de Enero tocó Elche, ciudad alicantina conocida por unos por sus zapatos y por otros, más jóvenes que los primeros, por su palmeral.

 
 El palmeral fue la segunda parada de la mañana, nada más aparcar en las orillas de la estación mis pasos me llevaron a un pequeño rastro de libros, muebles y cuadros. Y solo tras curiosear en el pasado abandonado de anónimas personas entré en el pequeño gran parque que es el Palmeral.

Descubrí que la mayoría de las palmeras fueron donadas por familias de la ciudad y que alguna de ellas están dedicadas a personajes famosos por "Miguel Hernandez"o "Sisi". Pero la mayor y más deliciosa sorpresa fue poder escuchar las notas de la orquesta sinfónica de Elche dispersas por el jardín.
Templete con música
 Justo a la entrada del palmeral, en una plaza con una fuente que nace en el suelo, se halla el museo arqueológico, de entrada gratuita los domingos pero poca iluminación en sus salas.

Museo
A unos metros del museo se encuentra una iglesia con una torre en la que, en lo alto, mi cámara se volvió loca disparando sin parar.

Panorámica
Solo cuando las escalones y los paseos entre palmeras abrieron un agujero lo suficientemente grande en mi estómago para hacerme parar, decidí buscar algún restaurante local con menú del día donde descansar. Pero, esto que parecía tan fácil, se convirtió en una odisea. Los restaurantes con menú no lo ofrecían los domingos y los bares de toda la vida habían mutado en cadenas de tapas y pinchos. 
Mi consejo, no perder el tiempo pensando en comer de menú del día un domingo y después, perderte caminando por los alrededores de la ciudad.

Al final, ni tan mal.



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